Compartimos algunas de las respuestas de nuestra compañera Ianire de la Calva para el reportaje sobre Gestación Subrogada publicado en agosto en El Salto.
Ciudadanos dice querer regular el “derecho a la gestación subrogada”. ¿Puede este ser un derecho?
No. Ser padre o madre no es un derecho, es un deseo. Es cierto que esto se repite como un mantra cuando se habla de la Gestación Subrogada (GS) pero convertir los deseos en derechos es lo que hace el neoliberalismo, y ahí se enmarca Ciudadanos. De hecho, dado que los deseos son construcciones sociales yo iría incluso un poco más allá y diría que tener hijos es (además de un deseo legítimo y comprensible) un mandato social: “Nacer- reproducirse-morir”; porque hoy en día no ser fértil es todavía un tremendo estigma social y no tener hijos sigue estando muy cuestionado socialmente.
Los tres vértices sobre el cual pivota este debate son los derechos de la mujer gestante, los derechos del menor cuando nace (de los que apenas se habla) y el deseo de los padres de serlo. Un deseo nunca puede estar por encima de un derecho, y es lo que está ocurriendo en la mayoría de los contratos firmados. En ellos las mujeres renuncian a su derecho de filiación, lo que va en contra del Código Civil Español actual (Ley 14/2006 del 26 Mayo).
Por otro lado, aquellos derechos que sólo existen dinero mediante son realmente privilegios. Y ahí entra la lógica neoliberal de Ciudadanos que en su propuesta, por ejemplo, pide requisitos hacia las gestantes (mayor de 25 años, haber gestado un niño sano al menos una vez, no presentar precedentes de problemas mentales,..) y no hacia las solicitantes. La propuesta de Ciudadanos, lejos de traer nuevos derechos, suprime además el derecho irrevocable de filiación del menor.
La propuesta de Bildu, que se plantea como “garantista” y supuestamente prioriza los derechos de la gestante, ¿puede ser más acorde a las preocupaciones del movimiento feminista?
Sí es más acorde desde el punto de partida en el que Bildu se autodenomina partido feminista y propone prácticas que también lo son. Una de las cuestiones fundamentales de la propuesta de regulación de EH Bildu es que la mujer gestante será dueña de sus decisiones durante todo el proceso, incluida la opción de interrumpirlo. De todos modos en el caso de la GS altruista y garantista, hay que valorar muy bien las consecuencias de una posible regularización. En un inicio se pudiera llegar a pensar que una posible regularización de la GS, (altruista y garantista para con la parte más débil que es la mujer gestante y el menor que nacerá) podría no abocar a las parejas o personas solicitantes a un mercado de vientres internacional en países donde las mujeres viven situaciones de mayor precariedad, pero lo cierto es que la experiencia nos demuestra que no es así*. La enorme brecha entre oferta y demanda hace que en aquellos países en los que la GS altruista está regulada, la gran mayoría de los solicitantes siguen llevando a cabo la GS en otros países, y esto ocurre porque la oferta en esas condiciones no cubre ni un porcentaje mínimo de la demanda. Creo que es lo que ocurriría con la propuesta de Bildu.
*Los datos acerca de las regulaciones altruistas como Inglaterra demuestran que (a fecha de publicación en The Guardian) de los 271 casos de GS registrados en Reino Unido 252 procedían de vientres de alquiler en el extranjero. La brecha enorme entre oferta y demanda es muy evidente.
¿Te parece posible que una mujer decida libremente gestar para otrxs?
El hecho de entender la libertad como un hecho individual y no como un compromiso colectivo con el bienestar y la dignidad de nuestra sociedad es una trampa del neoliberalismo, -ni que hablar cuando esas elecciones son rentables para terceros-.
“Decidir libremente” sin que exista una libertad real en condiciones de justicia e igualdad es muy complicado, por no decir imposible, porque en ese caso se trata de una relación de poder y ésta produce abusos de todo tipo que es lo que está ocurriendo con la GS. Si además hay intereses económicos de por medio (farmacéuticos, clínicos, agencias,..) estaríamos hablando de “explotación reproductiva” -como la llama Gloria Fortún- en el que la GS se ha convertido ya en un nuevo mercado transnacional hasta el punto en el que ya se empieza a investigar las consecuencias respecto a los Derechos Humanos que supone su práctica.
Es imposible desligar la GS del contexto heteropatriarcal y capitalista en el que se produce. En él las mujeres somos siempre las peor paradas y de entre nosotras especialmente las mujeres pobres. El capitalismo ejerce un claro control sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres como fuente de su riqueza. Silvia Federicci ya decía hace años que el útero es mirado literalmente como una fábrica de trabajadores desde el comienzo del sistema capitalista (“el cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo”. Quieren conquistar el cuerpo de la mujer porque el capitalismo depende de él”). Y este control sobre nuestros cuerpos no es sólo una cuestión económica, sino también política. Por tanto, la libertad individual no es una cuestión privada.
Además, lamentablemente, nos falta la voz de las mujeres gestantes; no existen muchas mujeres gestantes compartiendo su testimonio ni tampoco asociaciones de mujeres gestantes; esto ocurre porque siguen sin ser sujetos de acción ni interlocutoras reconocidas, porque por lo visto no interesa escucharlas o porque probablemente no haya muchas que decidan pasar por ese proceso libremente. Un debate que se realice sin la voz de las protagonistas es un debate muy cojo.
¿Se parece este debate a algún otro que pueda servir como marco?
Son inevitables los paralelismos con el debate de la prostitución porque ambos comparten el mismo contexto, una violencia patriarcal que explota y mercantiliza los cuerpos de las mujeres para satisfacer los deseos de otros. Por eso la GS es un debate en el que no nos podemos quedar en la superficie y en el que hay que analizar, cuestionar y denunciar el contexto en el que se produce, al igual que ocurre en la prostitución.
De lo que sí creo que debiéramos alejarnos es de la polarización del debate que ocurre con la prostitución y ahondar en la ideología neoliberal y la mercantilización de la vida en la que se sustenta. Y al mismo tiempo, pensar en lo que significa el bien común, el uso mercantilizado de determinados bienes que tal vez no debieran ponerse a la venta (como ya ocurre con la sangre o los órganos). Analizar también quiénes dan el servicio, quiénes lo solicitan y porqué, especialmente en este mundo en el que la feminización de la pobreza está en auge.
Respecto a la GS nadie puede negar que un embarazo es una experiencia vital intrínsecamente relacionada con la salud, no sólo física sino psicológica de la mujer gestante y que entraña riesgos. En la GS se ponen en juego experiencias, sensaciones, vivencias y la propia salud durante al menos nueve meses! y se quiere regular bajo contrato con cláusulas, en muchos casos, totalmente abusivas. Hay diferencias sustanciales entre la prostitución y la GS pero un mismo contexto compartido y también algunos paralelismos que no debieran perderse de vista.
¿Es el debate sobre la GS un debate sobre los límites?
Sí es un debate que tiene que ver con los límites (los límites de lo que se puede comprar y vender, los límites del bien común, límites biológicos y éticos) pero sobretodo es un debate encuadrado (y por tanto limitado) en una sociedad que no acepta la diversidad familiar y que limita la maternidad a un solo modelo dadivoso, devoto y altruista.
No se está debatiendo sobre los distintos modelos de maternidad y de familia alejados de la familia nuclear. El debate de la GS en lugar de abrir nuevos horizontes, está perpetuando un modelo heteronormativo y productivista que ofrece una solución mercantilizada y edulcorada en una sociedad de precariedad laboral que no facilita en absoluto la maternidad.