El 18 de julio llegará a Melilla una caravana de más de 400 personas que desde Euskal Herria, Catalunya, País Valencià, Madrid, Andalucía y otros territorios inició el viaje que les llevará a “la frontera Sur”.
No es la primera caravana que se organiza, ya el año pasado la caravana llegó a las fronteras griegas para denunciar las políticas migratorias de la Unión europea y del Estado español, y también para fortalecer el movimiento social y ciudadano de solidaridad con las personas migrantes y refugiadas.
Anabel Sanz y Ana María Palacios, militantes de FeministAlde, forman parte de la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak Bizkaia, y son impulsoras de este movimiento que cuenta con una fuerte presencia de mujeres e impronta feminista.
“La normalización”
La “normalización” es uno de los problemas más arduos a los que nos enfrentamos. Por eso acciones como la Caravana nos permite contar la grave crisis de derechos de las personas refugiadas y migrantes, y una cosa muy importante, visibilizar y mantener la atención en los medios de comunicación de lo que está ocurriendo.
Es verdad que existe sobreinformación, pero todo va muy rápido y hay un claro interés en que esta situación no tenga ni la importancia informativa que merece, ni se reconozcan sus causas estructurales. No estamos ante situaciones trágicas que ocurren de manera aislada, sino ante un patrón de incumplimiento sistemático por parte de la Unión Europea, y particularmente el Estado español, de los mandatos legales que protegen la dignidad humana.
Hace unos días se celebraba en Barcelona el Tribunal Permanente de los Pueblos, y en su presentación para la Audiencia Iker Barbero señalaba cómo la Unión Europea está inmersa en una deriva de cierre de fronteras, seguridad e insolidaridad. Las políticas migratorias y el régimen de fronteras se fundamentan en concepciones racistas, xenófobas, patriarcales y clasistas. Una de las principales estrategias que se utilizan es la externalización de fronteras, se trasladan los controles selectivos desde el inicio del trayecto migratorio y durante todo el tránsito.
La jugada es precisamente evitar que veamos lo que está ocurriendo y activar las fronteras interiores, unas fronteras que cumplen una doble función: la primera, localizar a las personas que se encuentran en situación migratoria irregular y expulsarlas. La segunda, mantener a esas personas en el terror y la angustia de ser detenidas y deportadas. Todo esto en el marco de un proceso violento y represivo. Pero sabemos que el cierre de fronteras no hace desistir a quienes huyen de distintas formas de violencia en sus territorios de origen y que, además, siempre viene acompañado de la búsqueda de rutas alternativas mucho más peligrosas, en las cuales actúan las mafias bajo la mirada cómplice de los gobiernos.
Los campamentos de personas refugiadas diseñados para identificar, controlar y expulsar, son espacios que se sustentan en la frontera como un imaginario de guerra, el lugar que separa el orden de la barbarie, lo bueno de lo malo, la frontera que invisibiliza lo que ocurre. Para que la conciencia de la ciudadanía europea no vea lo que se está haciendo con seres humanos, con nuestros iguales. En estos momentos no es una exageración afirmar que la destrucción total y absoluta de la dignidad humana nos retrotrae a épocas remotas donde los derechos humanos no formaban parte del imaginario cotidiano. Tenemos que rescatar y exigir la noción fundamental de universalidad de los derechos, éstos no son “artículos de lujo” para unos pocas personas.
Las causas estructurales
No podemos analizar aquí todas las causas pero si resaltar algunas. Para empezar, las falsas afirmaciones como “nos quitan el trabajo, “son delincuentes y terroristas”, “se aprovechan de nuestras ayudas sociales”, “nos invaden” son algunas nefastas ideas sobre las que se sustentan el racismo y la xenofobia que nos quieren inocular los gobiernos. Estas afirmaciones no tienen en cuenta el colonialismo en todas sus expresiones – histórica, política, social, económica… – que hoy en día se concreta en un modelo de dominación de los países enriquecidos sobre los países del Sur Global. Debemos tener presente que la supuesta calidad de vida europea se la debemos a los países del Sur Global, a quienes continuamente se sigue saqueando.
Es necesario recordar, por ejemplo, que el Global Financial Integrity (GFI) ha calculado que los países del Sur Global entregaron a los países ricos en 2012, 2 billones de dólares más de lo que recibieron. Los 48 países del África Subsahariana recibieron en 2015, 161.600 millones de dólares del exterior y enviaron fuera de sus fronteras 203.000 millones mediante la repatriación de beneficios de las empresas transnacionales o evasión ilegal del dinero fuera del continente. Los desplazamientos forzados tienen una relación directa con estos datos. Sin embargo, la Europa Fortaleza responde con fronteras que dividen a la “civilización” de la “barbarie”. Así que deberíamos preguntarnos ¿Quién le debe a quién?
También tenemos que contemplar el papel del negocio de la guerra y de las empresas de armamento; las prácticas de las empresas transnacionales; el cambio climático; el modelo de desarrollo extractivista y agroalimentario; la instrumentalización de los fondos de cooperación al desarrollo; las cadenas globales de cuidados y la violencia machista extrema; la expulsión de pueblos y personas de sus casas y de sus territorios; la destrucción de las economías locales; la ausencia de tierras de cultivo y un largo etcétera de destrucción y muerte provocado por este modelo criminal. Además, la enumeración de estas causas no puede separarse de los mares y océanos de plástico donde también se ahogan y naufragan muchas personas que consiguen cruzar la frontera. Estar en tierra y seguir a la deriva es el futuro de muchos y muchas de ellas.
En definitiva, las personas migrantes y refugiadas son una piedra angular del sistema capitalista y patriarcal que explota, expulsa y deja morir a la gente que considera “desechos humanos”. Por eso, creemos que esta lucha tiene un gran potencial subversivo y revolucionario.
La Caravana Abriendo Fronteras
La Caravana Abriendo Fronteras es una plataforma estatal que tiene un año de vida, nace en junio de 2016 en Madrid para organizar la Caravana a Grecia. El verano pasado se acercaron muchas personas, mucha gente joven, a la Plataforma solicitando información para ir a “hacer algo”, pensamos que una acción política que nos permitiera a la vez que denunciar conocer lo que está haciendo gente como nosotras en otros lugares podría ser una buena idea.
Se plantea, siguiendo un poco la estela de las brigadas que organiza el movimiento internacionalista, que cada brigadista-caravanista se convierta al regreso de la caravana en un altavoz de lo vivido, y a la vez, ser un revulsivo que empuje a las personas de su entorno a comprometerse en el activismo político. Y para eso es fundamental que toda esa gente que regresa con las pilas cargadas y con ganas de militar cuente con organizaciones capaces de acogerlas. Si se dan esas circunstancias, como ocurre en nuestro caso, es una estrategia muy potente que sirve para fortalecer las dinámicas locales.
Pero la caravana solo es un eslabón más en una cadena en la que mucha gente y muchas organizaciones llevan años trabajando, nuestro objetivo siempre ha sido apoyar ese movimiento y sumarnos a lo que ya existe, eso lo hemos dejado claro desde el principio. De ahí que procuremos participar en las diferentes redes e iniciativas de ámbito estatal e internacional. No pretendemos construir un nuevo movimiento, en la red nos encontramos activistas de diferentes movimientos sociales con muchos años de experiencia con gente recién llegada. Pero compartimos la idea de horizontalidad, de rotación en responsabilidades, de portavocías compartidas, de autofinanciación y un componente claro de activismo político como fórmula para confrontar la situación.
La iniciativa forma parte de una estrategia escalonada que combina acciones de diferente tipo e intensidad para conseguir aglutinar cada vez más gente. La caravana es un llamado a la responsabilidad, a la movilización. En este momento es estratégico ser capaces de aprovechar la empatía y el sentimiento de injusticia que suscita en mucha gente la situación de las personas refugiadas y migrantes. Tenemos que sumar la emoción y compasión a la denuncia y a la organización para trasformar esa realidad.
Melilla: los hombres que saltan las vallas, las mujeres que cruzan fronteras
Este año la Caravana se dirige a Melilla porque, junto con Ceuta, quizás sea el modelo más paradigmático de fortificación de fronteras en esta deriva militar e hipersecuritaria del “negocio” de la migración y el refugio. En la Frontera Sur, la Europa Fortaleza ha puesto en práctica el modelo securitario que posteriormente ha ido exportando a otros lugares de Europa. La frontera que nos salva de la “barbarie” es una frontera cruel y profundamente racista, en otras palabras, es una zona de no derechos.
En Melilla existe racismo social e institucional, práctica de malos tratos y tortura. Las vallas están expresamente diseñadas para lesionar a quienes las cruzan, se producen devoluciones “en caliente” en las que no se identifica a las personas, desafiando los estándares de derechos humanos en materia de asilo y refugio. Hay una sobreocupación sistemática y pésimas condiciones en el CETI.
No se cuenta con mecanismos adecuados para garantizar la seguridad y la protección de las víctimas de trata o de las personas LGTBI. Es habitual el abuso policial contra las porteadoras en los pasos habilitados de Melilla. Tampoco se cumple la normativa internacional sobre el cuidado y protección de menores extranjeros no acompañados. Todas estas graves y dolorosas situaciones constituyen la puesta en práctica de las políticas que precisamente queremos denunciar, las conocemos gracias a numerosos informes y testimonios.
Además queremos también visibilizar y denunciar la situación de las mujeres marroquíes en Ceuta y Melilla está atravesada por las características precarias del trabajo transfronterizo, en las cuales los empleadores y otros actores se benefician de la mano de obra barata y de los vacíos legales que exacerban la precariedad laboral. Concretamente, las mujeres porteadoras, quienes transportan mercancías hacia Marruecos sobre sus espaldas o en sus manos para poder proveer de ingresos a su núcleo familiar, están expuestas a un conjunto de abusos y agresiones: “violencia policial, el tener que efectuar pagos de soborno a la policía, el acoso sexual o el requisamiento de la mercancía de forma arbitraria”. Esto ha sido ampliamente documentado en el informe Respeto y dignidad para las mujeres marroquíes que portan mercancías en la frontera de Marruecos y Ceuta, realizado por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía.
El objetivo no es solo llegar a Melilla, también se quiere aprovechar el paso por las diferentes ciudades para apoyar el trabajo de las organizaciones locales y activar la solidaridad.
Las feministas en la lucha por los derechos de las personas refugiadas y migrantes
Nosotras estamos en la Plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak y en la Red Abriendo Fronteras en representación de FeministAlde, nuestra organización feminista. Y desde ahí, hemos querido también trasladar a la Coordinadora estatal de organizaciones feministas de la que somos parte, la necesidad y la urgencia de participar en este movimiento. Hay muchas cosas que aportamos las feministas en todos los ámbitos de la Plataforma a través del posicionamiento de un discurso crítico.
Una de ellas es nuestra propia presencia con un porcentaje que oscila entre el 60 y 75% en la mayoría de las acciones organizadas. Muchas provenimos del movimiento feminista o de otros movimientos sociales, y otras se han incorporado a la militancia política recientemente, pero la mayoría se consideran feministas, por lo que creemos que es estratégico para nosotras estar y liderar un movimiento de esas características.
Además, es nuestra propia historia la que nos interpela, el movimiento feminista ha sido esencialmente antirracista e internacionalista. El sufragismo y el movimiento antirracista han ido de la mano en la historia de la humanidad, es un tema que en la actualidad vuelve a nosotras, a las mujeres en general y a las feministas en particular.
La realidad de las personas migradas de manera forzada revelan las profundas desigualdades sociales, económicas y de género en las que vivimos. Es por ello que incorporar el feminismo en la Caravana, y a las Plataformas que la componen, significa visibilizar a las mujeres nombrándolas y reconociendo los efectos particulares de la violencia que enfrentan. También significa combatir la invisibilización de las mujeres preguntándonos de manera continua ¿dónde están y por qué no se las ve? No vemos a las mujeres en las vallas, pero eso no significa que no estén, de hecho están. Siempre hay que preguntarse cuál es la parte del relato que queda oculto, qué no se cuenta y por qué no se cuenta.
Adicionalmente, la falta de información de cómo reportar las diferentes formas de violencia, la ausencia de mecanismos efectivos para la identificación de los casos, la insuficiente capacidad del personal humanitario sobre temas de violencia machista, entre otros, dificultan conocer la realidad de las múltiples formas de discriminación y violencia que están viviendo actualmente las mujeres, las adolescentes y las niñas refugiadas y migrantes en toda Europa.
Hay que completar el relato, si hablamos de Frontera Sur hay que hablar de lo que pasa con las mujeres allí, porque si seguimos hablando sólo de lo que les pasa a los hombres, estamos silenciando a las mujeres, y no estamos reflejando la discriminación, la desigualdad y la opresión existente. De la misma manera, es importante incluir la visión feminista de forma transversal en todas las comisiones de trabajo y nuestra participación como expertas en los espacios de debate público.
Otra aportación fundamental, es contar que las fronteras convertidas en imaginarios de guerra son lugares de no derecho, espacios militarizados en los que el patriarcado se refuerza, haciendo más profundas las desigualdades, todos los espacios de control son lugares donde el patriarcado abunda en esta dinámica, por lo que se multiplica hasta el infinito la violencia, la explotación y la exclusión extrema de las mujeres. La violación sexual sistemática componente endémico de todos los conflictos es usado en la frontera como un arma más.
Se empuja a las mujeres, niñas y adolescentes migrantes y refugiadas son empujadas a desplazarse sobre todo por la pobreza y los conflictos armados, huyendo de una desigualdad de género institucionalizada y buscando el acceso a los derechos fundamentales. La desigualdad en sus países de origen marca sus vidasy sus procesos migratorios.
Como nos cuenta Helena Maleno, en el tránsito el cuerpo de las mujeres, niñas y adolescentes, es vendido por pasadores, maridos, tratantes, autoridades, como una eficaz estrategia migratoria. Que otros usen el cuerpo de las mujeres, niñas y adolescentes, es visto por muchas de ellas como un sacrificio necesario para el triunfo del proyecto migratorio, y para el desarrollo posterior de un proyecto colectivo, que incluye a la familia, la comunidad y a las generaciones venideras.
Pero las mujeres son, casi siempre, sujetas activas de su proyecto migratorio, como señala Itziar Gandarías en ‘Estoy Viva’. Cartografías de resistencias de mujeres provinentes del Africa Subsahariana, “no estamos ante mujeres a las que se les abre el mundo al llegar a los países de destino, sino que llegan aquí porque ya tienen el mundo abierto”.
Es fundamental analizar los estereotipos que utilizamos sobre las mujeres migrantes. También el de la vulnerabilidad de las mujeres, habitualmente se presenta la imagen de las mujeres muy vulnerables siempre con niños y niñas con quien se las equipara, como si las mujeres también fuéramos menores de edad. Las criaturas sí son vulnerables, las mujeres no, el patriarcado nos sitúa en esa situación de inferioridad y vulnerabilidad.
Las mujeres refugiadas y migrantes son luchadoras, resilientes y con gran capacidad de enfrentar y transformar situaciones.
El largo camino por recorrer
Como hemos señalado anteriormente el movimiento por los derechos de las personas migrantes y refugiadas lleva ya muchos años en las calles. Creemos que en realidad nuestra tarea en estos momentos es disputar al poder corporativo y a las ideas racistas y xenófobas en los espacios de la vida cotidiana, es fundamental establecer lazos, construir redes, generar espacios de encuentro. Las personas migrantes y refugiadas son nuestras vecinas, viven en nuestros pueblos y ciudades hace ya mucho tiempo. Pero convivimos con espacios de no derechos por doquier y lo que está en juego en estos momentos no es solo qué derechos corresponden a las personas sino quienes son beneficiarias de esos derechos.
La estructura de coordinación estatal es difícil de mantener, la utilizamos para acciones concretas, pero muy intensas, y gracias a eso poco a poco se va consolidando la Red. Decimos que funcionamos con el modelo “acordeón” que consiste en juntarse para hacer cosas concretas, las caravanas por ejemplo, pero después volvemos a nuestros territorios a fortalecer las dinámicas locales.
Podemos hablar más de nuestra plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak. En este año y poco de vida se han realizado multitud de acciones de sensibilización, cientos de charlas en pueblos y barrios, cines-foros, grupos en la universidad y se destacaría la banderola amarilla con el lema Ongi Etorri Errefuxiatuak que luce en muchísimas casas de toda Euskal Herria y que es un pequeño compromiso pero que tiene un gran valor como mecanismo de sensibilización. También se han apoyado otras acciones como el intento de traer a personas refugiadas desde Grecia en diciembre del año pasado, cuando un grupo inicial de cinco personas más otras veinte que participaron aportando financiación, impulsó esta acción de desobediencia bajo el lema “Desobedecemos leyes injustas para obedecer a los derechos humanos”. Se organizó desde un pequeño grupo a título individual, pero cuando detuvieron a quienes viajaron a Grecia la respuesta de la Plataforma y de la ciudadanía en general fue inmediata y colectiva.
O la conmemoración del 80 aniversario del bombardeo de Gernika, donde lo más importante no fue solo la gran manifestación de más de 15.000 personas. Tampoco las 600 personas que participaron en los talleres al día siguiente, sino el trabajo militante de la gente de la Plataforma que durante los meses anteriores recorrió Bizkaia pueblo a pueblo. Todo ello con un gran trabajo de comunicación que nos ha proporcionado un importante impacto mediático en medios.
Con esos mimbres nos planteamos ahora el futuro. Creemos que realmente utilizamos maneras muy clásicas, en el buen sentido del término: organizarnos, movilizarnos y confrontar, eso sí, colocando la desobediencia civil como eje central de nuestras prácticas. El viejo debate entre legalidad y legitimidad adquiere plena vigencia en este contexto, ya que no podemos respetar leyes que tienen en su esencia la vulneración de derechos, y que por tanto son incompatibles con los valores de la dignidad humana. Hay que trabajar por recomponer una legitimidad basada en valores de solidaridad y de defensa de los derechos humanos. La desobediencia civil y la exigencia de responsabilidad a los gobiernos son en estos momentos herramientas indispensables de los movimientos sociales.
Otro gran desafío es como incorporamos a las personas migrantes y refugiadas a este movimiento. El año pasado en Grecia pudimos conocer experiencias muy interesantes como la del City Plaza en Atenas y otros muchos lugares autogestionados. También participamos en la manifestación “del orgullo inmigrante” durante nuestra estancia en Tesalónica, donde compartimos “pancarta” con hombres y mujeres migrantes y refugiadas. Creemos que estas experiencias de autogestión son fundamentales para nuestra práctica cotidiana política y solidaria.
En el futuro seguiremos en las calles porque no queremos ser cómplices de esas políticas asesinas, ni inmunizarnos ante el dolor ajeno. Por eso, es necesario romper la frontera de la indiferencia, señalar a los culpables y mostrar nuestro apoyo y nuestra solidaridad a las personas cuyos derechos están siendo vulnerados. Estamos viviendo en tiempo real crímenes internacionales que dijimos que nunca más se volverían a repetir. Lo que no se puede hacer es mirar para otro lado, no tomar una posición en defensa de los derechos de las personas migrantes y refugiadas, se traduce en estar en el lado de quienes oprimen y destruyen vidas, y por tanto, beneficiándose de ello