Compartimos la entrevista a Ianire de la Calva publicada en el último número de la revista Emeki de Getxo, en la que habla de la gestación subrogada, los intereses que hay detrás, las opciones de regulación y los discursos que rodean al debate.
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“La gestación subrogada está marcando agenda legal y política porque es una industria que maneja dinero y eso tiene una relación directa con que sean los partidos neoliberales quienes quieran regularla”
Ianire de la Calva es ingeniera, lesbiana, madre adoptante y miembro de FeministAlde!, un colectivo feminista, anticapitalista e internacionalista de Bilbao. Ha publicado artículos y entrevistas sobre la gestación subrogada desde inicios del 2017 en varios medios de comunicación y también ha participado en los cursos de verano de la UPV/EHU, que organizó Emakunde en julio sobre este tema.
¿Dentro de qué contexto político y social debemos analizar la gestación subrogada?
Es fundamental contextualizar la gestación subrogada en un mundo heteropatriarcal y capitalista, que ejerce un claro control sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres como fuente de su riqueza. Lo explica muy bien Silvia Federeci, cuando dice que “el útero es mirado literalmente como una fábrica de trabajadores desde el comienzo del sistema capitalista”. La precarización cada vez mayor del mercado laboral, la crisis de los cuidados y la creciente feminización de la pobreza, hace que nos encontremos en una situación de violencia económica, entre otras, en la que la gestación subrogada está encontrando su mejor oportunidad.
¿Crees que la industria de la subrogación promueve en la opinión pública la idea de que esta práctica es un elemento de progreso?
La gestación subrogada es lo contrario a un elemento de progreso. Está vinculada a un modelo tradicional de familia donde el código biologicista es muy fuerte. Como dice Sara Lafuente, “los discursos reproductivos han sido históricamente utilizados para la naturalización y la justificación de las desigualdades entre hombres y mujeres”. Además, la gestación subrogada resuelve un deseo de crianza muy concreto de lo que se considera descendencia propia, con vínculo genético, alejándose de otros modelos de maternidad y crianza alternativos, como, por ejemplo, la adopción, la acogida, las co-crianzas, los mapas, etc.
¿El deseo de ser padres y madres se ha convertido en otro elemento más de esta sociedad consumista?
Ser padre o madre es un deseo legítimo y comprensible, con un peso tremendo además en el imaginario social, pero no un derecho. Sabemos bien que convertir deseos en derechos es lo que hace el neoliberalismo, así que, sin duda, hay una estrategia detrás. Los derechos que solo existen mediante dinero son realmente privilegios. Un deseo nunca puede estar por encima de un derecho, que es lo que ocurre en muchos de los contratos de gestación subrogada firmados con clausulas abusivas.
¿Qué modelo defiendes en este momento y qué dudas o contradicciones te producen?
Yo creo que es importante no caer en el a favor o en el contra porque hay cuatro modelos diferentes de gestación subrogada. Yo estaría más de acuerdo con un modelo totalmente altruista, aunque también le veo pegas. Lo que no tengo muy claro es cómo se organizaría en un marco legal. Porque yo puedo valorar gestar para mi hermana, pero no necesito un contrato entre medias para asegurar que eso vaya a ser así. Sin duda, la única opción válida para mi sería una solución no mercantilizada, pero creo que hay que hacer énfasis en poner en valor otro tipo de relaciones y otro tipo de crianzas alternativas.
¿Crees que la libre elección solo se utiliza cuando los derechos en juego son los de las mujeres?
La libertad real solo puede darse en condiciones de justicia y de igualdad, porque de lo contrario se establece una relación de poder. Esto es lo que ocurre en la mayoría de los casos de gestación subrogada, donde las desigualdades de raza y clase se aglutinan y no se sitúan en un mismo plano quienes cobran y quienes pagan. El mito de la libre elección es una de las grandes trampas del neoliberalismo, ya lo explicó Ana de Miguel. Respecto a mi libertad, existen límites colectivos, como que no puedo comprar un órgano, por ejemplo. Hay que pensar dónde queremos poner esos límites como sociedad. En la gestación subrogada, el alquilar los cuerpos de las mujeres podría ser uno de estos límites.
¿La insistencia en su regulación tiene que ver con que el estado español es una potencia en reproducción asistida?
Ahora mismo es el principal destino de turismo reproductivo. El 40% de los tratamientos lo reciben personas que vienen del extranjero. Esto tiene que ver con el hecho de que la donación es anónima por ley y con compensación económica, por lo que hay más oferta que en otros lugares. Un 75-80% de la reproducción asistida estatal se realiza en el sector privado, por eso la gestación subrogada está marcando agenda política y legal, porque es una industria que maneja dinero y eso tiene una relación directa con que sean los partidos neoliberales quienes quieran regularla. Hay que matizar que la gestación subrogada no es una técnica de reproducción asistida sino la transferencia de la capacidad reproductiva de unas mujeres a otras.