Os compartimos un extracto del reportaje de Patricia Reguero publicado en papel en el número de agosto de El Salto en el que participó nuestra compañera Ianire de la Calva.
Ciudadanos fuerza el debate sobre los vientres de alquiler con una propuesta que, aunque dice apostar por la modalidad altruista de esta práctica, tiene trampa. Colectivos feministas reconocen que el debate interno no ha cuajado en una postura de consenso y piden cautela, mientras el manifiesto de ‘No somos vasijas’ suma fuerzas para pedir su prohibición internacional.
Texto: Patricia Reguero
Fotografía: Mansi Thapliyal (Reuters)
Regular el “derecho a la gestación subrogada” como una forma más de “expresión de la libertad”. En estos términos plantea Ciudadanos su ‘Proposición de Ley reguladora del derecho a la gestación por subrogación’, un texto presentado a finales de abril. No es el primer intento de Ciudadanos por poner en el menú de la actualidad la gestación subrogada: en marzo de 2016, el pleno de la Asamblea de Madrid ya debatió una proposición no de ley sobre gestación subrogada que puso en evidencia las opiniones dispares que suscita el asunto en el seno de los partidos.
Ciudadanos no es la única formación que ha hecho de los llamados “vientres de alquiler” el plato fuerte de su agenda de verano a ritmo de World Pride. También EH Bildu ha entrado en el debate, aunque con una propuesta muy diferente. Al contrario que el texto de Ciudadanos, el argumentario de Bildu sí especifica que, de llevarse a cabo, la gestación por sustitución —como prefiere llamarla— sí se enmarcaría en el sistema público de salud, y reconoce expresamente derechos de las gestantes.
Pero, ¿por qué hablamos de gestación subrogada ahora? “Uno, porque con la globalización tan desigual y tan injusta los precios han caído, y una clase para la que esto estaba vedado entra a saco y quiere alquilar la capacidad de gestar por relativamente poco dinero; y dos, porque es un gran negocio para las agencias privadas”, dice la filósofa Ana de Miguel, una de las firmantes del manifiesto No somos vasijas, que pide la prohibición total e internacional de la gestación subrogada.
Sin embargo, y pese a que el manifiesto —que ha apoyado oficialmente el PSOE, aunque no sus Juventudes— recoge firmas de reconocidas feministas, el debate es intenso y, a veces, subterráneo. La mesa sobre gestación subrogada que organizó Orgullo Crítico en Madrid hace unas semanas dejó claro que son muchos los interrogantes. En el seno de Ca la Dona, reconocen que hay preocupación pero, de momento, prefieren no dar una visión que pueda posicionarlas. Ianire de la Calva, de FeministAlde —colectivo organizador junto a Sortzen, Centro de Documentación de Mujeres y la Asamblea de Mujeres de Bizkaia de unas jornadas sobre gestación subrogada, también recientemente— explica que, pese a la complejidad y las prisas, puede haber puntos de encuentro.
Quienes apuestan por la regulación, esgrimen un dato: cada año 800 bebés inscritos en España han nacido mediante gestación subrogada. Aunque la práctica está prohibida en España por la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida, de 2006, una instrucción de la Dirección General del Registro y el Notariado de 2010 abre la posibilidad de inscribir en el Registro Español una filiación reconocida por un tribunal extranjero. Es la vía que utilizan las personas que recurren a esta práctica. No son las parejas homosexuales quienes lo hacen mayoritariamente: parejas heterosexuales y con problemas de fertilidad son el perfil más habitual.
Desde un piso alquilado en Kiev, María Mallo (que padece el síndrome de Rokitansky, un trastorno que afecta a una de cada 5.000 mujeres, que nacen sin útero ni vagina funcionales) explica en una llamada de WhatsApp cómo es el proceso: la niña que acaba de nacer de una mujer gestante ucraniana será inscrita en el consulado como hija de su pareja, tras acreditar éste la paternidad genética. Una vez en España, Mallo solicitará la adopción que, previsiblemente, se hará efectiva en un tiempo no menor a un año. En paralelo, la mujer que ha gestado a la hija de ambos debe hacer dos escritos en los que confirme su renuncia a cualquier derecho sobre la niña.
“¿Qué significa ‘gestación comercial’? Yo lo veo como un intercambio de favores”, dice María Mallo desde Ucrania
Al firmar el segundo escrito, recibe el segundo y último 50% del pago acordado: en total, 17.000 euros que recibe directamente la gestante, a la que Mallo llama por su nombre y con la que, explica, desea mantener el contacto. “¿Qué significa ‘gestación comercial’? Yo lo veo como un intercambio de favores y me parece bien que pueda recibir una compensación económica por el esfuerzo”, asegura.
Justa Montero, de la Asamblea Feminista de Madrid y curtida en debates sobre derechos reproductivos, cree que hay que hacerse preguntas: “¿Prohibir garantiza los derechos de las mujeres gestantes?”, reflexiona en voz alta. Aunque Montero —que, insiste, habla a título personal— no tiene una postura definida, ve claras las “intenciones neoliberales” de la propuesta de Ciudadanos.
El primer caso, en los ochenta
Aunque se presente en algunos medios como una moda que ha llegado a nuestras teles de la mano de hombres ricos y famosos, el tema no es nuevo. En 1980 se produce el que se considera el primer caso de gestación subrogada contemporánea: un caso de gestación subrogada “tradicional” (es decir, en el que el óvulo es de la mujer gestante). Dos años antes había nacido el primer “bebé probeta”, abriendo la puerta a la gestación subrogada con gametos de terceras personas, la práctica más frecuente hoy en día y que tiene su primer precedente en 1983. El resto de la historia se acelera a golpe de globalización. En los años 90 se producen algunos cambios legislativos en países europeos contrarios a la gestación por sustitución y en el 2011 el Parlamento Europeo condena la práctica por considerarla una franquicia de la violencia contra las mujeres, sin que esto evite que se extienda la práctica.
¿A qué precio? El coste aproximado de la gestación subrogada en India hasta su prohibición para extranjeros en 2015 estaba entre 20.000 y 30.000 euros, una cantidad sensiblemente inferior a los 120.000 que se pagan en California. Hoy, el país al que miran los padres de intención de parejas heterosexuales es Ucrania, donde por unos 40.000 euros se puede hacer todo el proceso.
“No estoy comprando un hijo, estoy haciendo un proceso que cuesta dinero”, dice Mallo, que conoce las dificultades de adoptar, una opción que no ha descartado. Tras consultar sus dudas en un foro de la asociación Son Nuestros Hijos y visitar dos agencias, se decidió por una en la que, explica, la pareja se encarga de parte de la gestión y, además, hace el pago a las tres partes implicadas (agencia, clínica y gestante) por separado. Para costearlo, ha invertido ahorros y ha pedido dinero. “Yo soy autónoma y mi pareja trabaja, aquí no hay ningún rico”, cuenta a El Salto.
¿Es la gestación subrogada una forma de explotación? La conclusión del Comité de Bioética de España es tajante: “La mayoría del Comité entiende que todo contrato de gestación por sustitución entraña una forma de explotación de la mujer y un daño a los intereses superiores del menor”, explica en las conclusiones de su Informe sobre los aspectos Éticos y Jurídicos de la Maternidad Subrogada. Las firmantes de No somos vasijas creen que, aunque de manera anecdótica pueda darse la gestación solidaria, el pretendido altruismo es una excusa para hacer efectivo “el tráfico de úteros y la compra venta de bebés”.
“El liberalismo ha conseguido identificar libertad con libertad de comprar o vender”, dice la filósofa Ana de Miguel
“El liberalismo ha conseguido identificar libertad con libertad de elección para comprar o vender”, dice De Miguel, que es autora de El mito de la libre elección, una obra en la que argumenta que las elecciones libres no pueden darse en condiciones de extrema desigualdad. “La gente elige libremente todo tipo de explotaciones”, apunta la profesora de Filosofía Moral de la Universidad Rey Juan Carlos I, recurriendo a unos argumentos ya conocidos en el feminismo por el debate sobre la prostitución. Para otras, no está tan claro. “Pensar que las mujeres que están en una determinada situación económica no deciden es como decir que solo es legítima la decisión de las que están acomodadas”, dice Justa Montero.
Ianire de la Calva advierte sobre las legislaciones altruistas, como la de Canadá o Reino Unido, donde de los 271 casos de gestación subrogada registrados, 252 procedían de vientres de alquiler en el extranjero. “La enorme brecha entre oferta y demanda hace que en aquellos países en los que la gestación altruista está regulada, la gran mayoría de los solicitantes sigue acudiendo a otros países”, argumenta. “No estoy a favor de manera incondicional”, dice Mallo: “Por poner un símil, todo el mundo está a favor del trabajo, pero no de la esclavitud ni del trabajo infantil”. De la Calva pide no desvirtuar el debate acudiendo a lo experiencial: “A menudo quienes defienden la regulación plena lo hacen desde un relato personal; es como si quienes estuvieran radicalmente en contra centraran el debate en la experiencia atroz de mujeres en la India, Pakistán o Bangladesh”.
¿Es este un debate sobre los límites? “Sí es un debate que tiene que ver con los límites de lo que se puede comprar y vender”, dice De la Calva, en línea con Ana de Miguel, que añade: “La historia de la humanidad es la historia de poner límites a lo que las personas libremente harán en un régimen de desigualdad”. Sin embargo, la controversia que genera la gestación subrogada pone de manifiesto que esos límites son difusos. Valga de ejemplo el voto particular que emite una de las personas que elabora el informe del Comité de Bioética: “Creo que la maternidad subrogada no está desprovista de valores ético [y que] no supone, en sí misma, una explotación de la mujer—gestante—, pero, como sabemos, existe el riesgo real de que así suceda”. Pese a la diversidad de opiniones, hay puntos de encuentro, a saber: Ser padres o madres no es un derecho, sino un deseo; los intereses de las agencias son evidentes y el marco neoliberal innegable.
Un debate de palabras y de imágenes
Aproximarse al debate sobre la gestación subrogada es complejo, empezando por las palabras que se utilizan: maternidad subrogada, gestación por sustitución, alquiler de útero o de vientre… Las palabras sitúan y, muchas veces, limitan. Las imágenes tampoco son neutras.
¿Cómo leerías este texto si junto a él vieras una imagen de Albert Rivera en el World Pride o de los gemelos de Cristiano Ronaldo? En el reportaje gráfico al que pertenece la imagen que acompaña a este texto, así como la imagen de Salir del ‘a favor’ y ‘en contra’ para pensar, había algunas de mujeres sonriendo y otras de bebés “cosificados”.
El trabajo fue realizado en 2013 en una clínica de la ciudad india de Anand, antes de que este país prohibiera la gestación subrogada para extranjeros. Elegimos la imagen del quirófano porque nos pareció la más “neutra” (si es que eso existe). La imagen de la derecha nos pareció representativa de una realidad: un póster de un bebé blanco cuelga de la pared de la habitación en la que descansan dos mujeres gestantes indias. Sin embargo, hoy Ucrania y EE UU son destinos más habituales para los padres de intención españoles. Allí, a diferencia de la India, las gestantes pasan el embarazo en sus domicilios.