Compartimos el artículo de nuestra compañera Júlia Martí publicado en Hordago y en Viento Sur.
“Hacer historia es agotador” decía una amiga en una frase que creo que resume perfectamente lo que vivimos el pasado 8 de marzo y todos los meses previos. Hemos construido una huelga desde abajo, que ha enraizado en barrios y pueblos, capaz de generar pequeños terremotos en las vidas cotidianas de todas nosotras; y al mismo tiempo hemos conseguido una movilización masiva, internacional, que ha sacudido la agenda política una vez más. Que la huelga feminista ha sido un éxito es evidente, “hemos hecho historia una vez más” ha sido una de las frases más repetidas tras las manifestaciones masivas, pero ¿cómo medimos el éxito de una huelga feminista? ¿dónde queda la tan nombrada sostenibilidad de la vida en este proceso?
La construcción de la huelga ha sido un ejercicio de creatividad enorme, de pensar entre todas cómo queríamos que fuera esta huelga. Una huelga sin comité central, sin hojas de ruta predefinidas, que nos ha obligado a pensar ¿en nuestro trabajo cómo paramos? ¿qué significa para mi dejar de cuidar? ¿cómo conseguimos que la huelga sea de todas? Pero también, cómo nos organizamos en nuestra comarca o cómo respondemos a los medios de comunicación. Y ahora, una vez recuperadas de la resaca emocional, creo que toca reapropiarnos de nuestros éxitos y tirar de la misma creatividad para hacer un balance feminista. Un balance que ponga en valor la masividad del movimiento, la capacidad de convocar a millones de mujeres*, pero que no se deje deslumbrar por las cifras, que mire los procesos, que aprenda de los errores y los aciertos.
Empezando por los aciertos, toca visibilizar todo aquello que en las fotos no se ve, el trabajo de meses de asambleas, coordinadoras y grupos feministas, para conseguir que el 8M no solo fuera masivo sino que fuera de todas. Un paso increíble en esta dirección ha sido la descentralización del movimiento. Una descentralización que ha llevado la huelga a todos los rincones de Euskal Herria, pero que al mismo tiempo ha requerido muchas horas de trabajo, de tejer redes para que la descentralización no nos dispersara sino que nos hiciera más fuertes.
Este 8 de marzo, además, nos ha servido para seguir construyendo el sujeto plural, diverso e inacabado que conforma el movimiento feminista. Empezamos arriesgándonos con el lema, convocando sin titubeos a “mujeres, bolleras y trans”, y situando la denuncia de la heteronormatividad como elemento central. Es verdad que a menudo este lema ha tenido que ir acompañado de un manual de instrucciones (esto de “bollera” “suena fuerte” como decía una compañera en una asamblea); pero viendo los debates encarnizados en redes y otras latitudes, creo que la claridad del movimiento feminista de Euskal Herria en favor de un movimiento diverso ha sido un acierto.
Además, ha ido mucho más allá de un lema. Los meses previos a la huelga se han convertido en un laboratorio en el que se han hecho muchos esfuerzos para seguir ampliando y fortaleciendo el movimiento. Porque no hay recetas mágicas, la pluralidad no se consigue de un día para el otro, sin conflictos, debate y mucha creatividad. Es por ello que el trabajo de los ejes, así como la elaboración colectiva de las reivindicaciones o el esfuerzo por construir unas portavocías colectivas, que visibilizaran las mil caras del movimiento, ha sido fundamental.
Por otra parte, otro reto de este 8 de marzo era el programa, ¿cómo conseguir convertir la masividad en cambios reales? ¿cómo evitar la cooptación del feminismo? ¿cómo desenmascarar los lavados de cara morados? Y aquí, una vez más, es necesario un balance que tenga en cuenta los resultados finales, seguramente frustrantes teniendo en cuenta que las declaraciones partidistas coparon la agenda mediática; pero que al mismo tiempo tenga en cuenta los procesos. Por ello, la construcción de un programa feminista radical, que nos ha permitido concretar el carácter antirracista, ecologista y anticapitalista del movimiento en reivindicaciones concretas, ha sido un primer paso fundamental, que continuará en las próximas Jornadas Feministas de Euskal Herria.
Por último, la sacudida de la huelga feminista, también ha servido para remover las estructuras del movimiento. La organización asamblearia de la huelga ha sido como una ola de aire fresco que ha inundado al movimiento feminista de nuevas militantes y nuevas formas y de muchas luchas internacionales en las que reflejarnos. Pero al mismo tiempo ha demostrado que esta gran masividad necesita de mucho más compromiso y trabajo colectivo para no reproducir ni las militancias sacrificadas ni las militancias líquidas que tantas veces hemos criticado. Hemos vislumbrado nuestra fuerza, ahora toca hacernos cargo y materializar esta potencia en transformaciones reales. ¿Seremos capaces de construir un movimiento en el que convivan radicalidad y masividad, internacionalismo y cotidianidad?